En 1920, Meyerhold comenzó a hablar de la biomecánica como una forma de abordar el entrenamiento y el arte del actor. La biomecánica retomaba elementos de antiguas tradiciones teatrales y les aplicó una nueva perspectiva: a las nociones previas sobre la Commedia dell’arte, el teatro oriental y el circo, se unían las nuevas concepciones provenientes del taylorismo (sistema de organización del trabajo, que consiste en las descomposición de los procesos en diversas tareas que se cronometran y se pagan según rendimiento; el movimiento rítmico, económico y fluido es la base del trabajo corporal del taylorismo) o de la reflexología (corriente de pensamiento que expresa que el aprendizaje se desarrolla por la diferenciación progresiva de respuestas aprendidas gradualmente y asociadas de anteriores adquisiciones).
El taylorismo proveía a Meyerhold un patrón para el movimiento escénico de los actores, las acciones economizaban el esfuerzo, eran rítmicas, fluidas y suaves. Lo que en el taylorismo confería eficacia al trabajo del obrero, en la biomecánica dotaba al actor de un comportamiento enraizado en lo teatral. Así mismo, la reflexología de Ivan Pavlov y la teoría de James-Lange (teoría de la emoción que propone un modelo en el que la reacción fisiológica ante el estímulo es la que provoca la emoción) permitieron a Meyerhold dar solidez científica a sus planteamientos que se focalizaban en la esfera física más que en la psicología.
En 1922 Meyerhold puso en escena los procedimientos de la biomecánica en El cornudo magnífico, el cual se basó sobre la estética del constructivismo (corriente artística rusa de la época posrevolucionaria que promulgó un concepto de arte sobre unas bases teórico-prácticas más objetivas relacionadas con la edificación), ofreciendo un espectáculo en donde los actores se explayaban en plenitud. La disposición de los elementos escenográficos como máquinas, utensilios (escaleras, rampas, puentes y plataformas), favorecieron el juego dramático que mezclaba el circo, el equilibrismo y la danza colectiva en un entramado dibujado con extrema precisión.
Después de la época constructivista, en los siguientes espectáculos la biomecánica se integró de forma más sutil, en busca de un nuevo realismo que más adelante se llamaría “realismo estilizado”. El profesor Bubus (1925), El mandato (1925), El inspector (1926) son ejemplos de esta transformación.
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